La persona en la que me quiero convertir
La semana pasada te compartí esta pregunta: ¿La persona en la que me quiero convertir haría esto?
Hoy te voy a echar un cuento, porque me encanta echar cuentos.
Antes de empezar quiero aclarar algo: cuando hablo de ego no me refiero a eso que mucha gente entiende como arrogancia o creerse más que los demás. No.
Ego, en su raíz, significa simplemente yo. Es la construcción que hacemos de quiénes somos, de nuestra identidad.
Y justo de eso va este episodio: del arte de transformar el ego, de cómo a veces necesitamos inventarnos un alter ego para explorar otras partes de ese yo… y de cómo ese juego puede terminar reescribiendo nuestro guion de vida.
El clown y mi niña interior
Este fin de semana estuve en un encuentro que se llama “círculo de gratitud” y estábamos hablando del gozo. Era una invitación a permitirnos gozar. Nuestra guía, Lorena, a quien admiro profundamente, nos entregó una nariz roja, una nariz de payaso.
Entonces recordé un taller que tomé en el 2011 o 2012: un taller de clown terapéutico. Para mi sorpresa, no estaba lleno de actores; la mayoría eran personas con profesiones distintas. Pero todos estábamos ahí para lo mismo: jugar, conectar con el niño interior, permitirnos explorar sin vergüenza.
Recuerdo especialmente a un señor de 60 años, médico, que al principio se moría de pena. Y al final terminó creando un clown bellísimo.
¿Qué es el clown?
Es nuestro niño interior. Todos creemos que es un payasito, pero ese payaso nace de permitirnos jugar como cuando teníamos 6, 7, 8 años. Cuando nos dábamos permiso de crear, explorar, imaginar, sin juicio ni miedo.
En ese taller nos hicieron una meditación para visitar a nuestro niño interior: ver qué le gustaba, cómo jugaba, cuáles eran sus lugares favoritos. Y luego nos pusimos la nariz roja para dejarnos ser sin miedo ni juicio.
Yo creé un personaje: La Diva-Gué. Era la versión exagerada de lo que hacía de niña, cuando me ponía las pañoletas de mi mamá en la cabeza simulando que eran pelucas, y sus tacones para montar shows. Así mi clown, mi Diva-gué, cantaba e imitaba a Ana Gabriel, Alejandra Guzmán, Laura Pusini, Shakira, hasta tenia una asistente. Fue divertido, pero luego quedó en el olvido.
Nueva York y una promesa
Diez años después, en 2021, me mudé a New Jersey y recordé una promesa que me había hecho en 2018: “si vuelvo a Nueva York, voy a hacer arte en las calles”.
Ya lo había soñado cuando vivía en Colombia, después de ver un grupo llamado “Circo Cuenta Teatro”. Sentía que lo mío era hacer arte callejero mientras viajaba en una van. Nunca lo hice de esa forma, pero al estar finalmente viviendo cerca de NY… volvió La Diva.
Ya no tenía nariz roja. Mi nariz eran las pelucas, los sombreros, las botas. Cuando me los ponía, no era Laura: era La Diva encarnada. Y en personaje no tenía miedo, no temblaba… me lo gozaba.
El COVID y el laboratorio creativo
Poco después, a final de año, me dio COVID. Yo sabía que eran 14 días críticos y me pregunté: “si me muero en dos semanas, ¿qué tendría que hacer para irme en paz?”. Y recordé a La Diva.
Entonces decidí crearla como personaje en Instagram. Quería que inspirara, que motivara, que empoderara. Que las mujeres quisieran seguirla, pero no desde lo superficial, sino desde lo que yo misma estaba trabajando: la mente y la conciencia en las relaciones amorosas.
Un par de años antes había sufrido por “amor” y me di cuenta de dónde venía ese dolor. Quise crear consciencia para empoderar a mujeres que habían pasado por lo mismo.
Así nació La Diva del Times Square. Gracias a las herramientas que me dio la actuación, sabía cómo crear un personaje: escribí quién era, cómo vivía, cuáles eran sus hábitos, cuál era su pasado, su presente y su futuro. Una rubia despampanante, consciente, madura, sabia, inteligente, femenina.
Y le inventé la antítesis: una hermana pelinegra. Mi sombra. La que aceptaba migajas y vivía con miedo, dependiente, sin autoestima.
Hasta apareció una madre, que era como la voz del inconsciente.
Muchos videos los publiqué, otros no. Pero lo más importante es que se convirtió en mi terapia. Encarnar a la hermana pelinegra me mostraba todo lo que ya no quería ser. Encarnar a La Diva me recordaba lo que sí quería construir.
Mientras me cuidaban afuera, mi roommate se encargaba de todo para no contagiarse, yo me transformaba adentro. Ese encierro fue un laboratorio creativo que me cambió la vida.
Transformación: hábitos, ropa y feminidad
Gracias a La Diva empecé a trabajar en mis hábitos: el club de las 5 de la mañana, los hábitos atómicos, el yoga, la meditación, los libros, los cursos. No era solo actuar: estaba creando una nueva versión de mí.
También me transformó la ropa. Cuando me ponía el body rojo y las botas, me sentía poderosa. Entendí que vestirse no es superficial: es un lenguaje con uno mismo. Una prenda puede apagarte o hacerte brillar.
Y descubrí mi energía femenina. Antes vivía más en la energía masculina: controladora, siempre “uno más” entre los hombres. Con La Diva empecé a permitirme ser, fluir, cuidarme, arreglarme, sentirme diferente.
Al final entendí: el personaje era un puente, no un disfraz.
Jung, la sombra y el alter ego
Carl Jung decía que lo que no hacemos consciente se manifiesta en nuestra vida como destino. Y hablaba de la sombra como esa parte que no integramos: lo doloroso, sí, pero también lo valioso que no nos atrevemos a mostrar.
Para mí, la sombra era la pelinegra: la dependencia, la víctima, la inmadura. La Diva era lo opuesto: mi futuro, la mujer sabia. Y al encarnar ambas entendí que eran partes de mí, y que necesitaba integrarlas.
La psicología dice que el alter ego es una estrategia de integración: un traje que te da permiso de ser lo que ya está dentro de ti, pero todavía no te atreves a mostrar. Eso fue para mí. Hoy ya no necesito la peluca para sentirme ella.
Mi invitación
Conecta con tu niño interior. Piénsalo hoy. Si quieres, busca en YouTube una meditación de “niño interior”. O mira una foto tuya de pequeño y pregúntate qué soñaba, qué le gustaba. Escríbelo, recuérdalo, dale espacio para hablarte.
Atrévete a crear tu alter ego. No necesitas ser actriz. En mi taller había un señor de 60 años, médico, que al inicio tenía vergüenza y terminó creando un clown bellísimo. Esto puede hacerlo cualquiera. Puedes meterte a un curso de clown o improvisación, o hacerlo en casa: escribe cómo sería tu personaje, qué hábitos tendría, qué cosas podrías empezar a incorporar desde ya. Tal vez unos zapatos, una manera de peinarte, una nueva forma de alimentarte. Poco a poco, lo encarnas.
Y si recuerdas el episodio anterior sobre hábitos, te hablé de esas preguntas: ¿La persona en la que me quiero convertir haría esto?. Este episodio se conecta con ese y con todos los demás.
Aquí te lo dejo:
El arte de cambiar tus hábitos
La semana pasada te hablé de reescribir el guion, de cambiar tu diálogo interno. Te dije que no se trata de hacer mil cursos o pertenecer al club de las 5 de la mañana.
De hecho, si es la primera vez que me lees, te invito a recorrer los cinco capítulos, porque todos forman parte de un mismo hilo. Con este episodio cierro la primera temporada de Martes de Arte.
Nos veremos el próximo martes con una nueva temporada. Todavía no sé de qué hablaremos, tal vez siga profundizando en estos temas, pero quiero también escuchar qué te resuena y qué te gustaría explorar más.
Si este texto te gustó, ya sabes cómo funciona.
Gracias por leer y escuchar mis historias y lo que tengo por decir.
Me despido por ahora…
Espero que tengas un feliz día, una feliz semana y una feliz vida, y que disfrutes tu Martes de Arte.
Con Amor:
Lauleft ✨💕